Actualización al 2020
La vasculitis es la inflamación de los vasos sanguíneos y provoca cambios en las paredes de estos, como engrosamiento, debilitamiento, estrechamiento o formación de cicatrices. Estos cambios limitan el flujo sanguíneo y ocasionan daños a los órganos y tejidos.
La vasculitis puede afectar a un órgano o varios. La afección puede ser de duración corta (aguda) o larga (crónica).
Existen 11 tipos de vasculitis.
Fiebre.
Dolor de cabeza.
Fatiga.
Adelgazamiento.
Molestias y dolores generales.
Sudoraciones nocturnas.
Erupción cutánea.
Problemas en los nervios, como entumecimiento o debilidad.
Algunos tipos de vasculitis están relacionados con la composición genética de la persona.
Otros se deben a que el sistema inmunitario ataca las células de los vasos sanguíneos por error. Los posibles detonantes de esta reacción del sistema inmunitario son los siguientes:
Infecciones, como la hepatitis B y la hepatitis C.
Cáncer en la sangre.
Enfermedades del sistema inmunitario, como artritis reumatoide, lupus y esclerodermia.
Reacciones a ciertos medicamentos.
Los tratamientos de la vasculitis son:
El tratamiento se centra en controlar la inflamación con medicamentos. En la vasculitis se pueden atravesar dos fases: primero, detener la inflamación y, luego, prevenir la recaída (terapia de mantenimiento).
Ambas fases implican medicamentos como corticoesteroides y otros inmunosupresores.